Creo que escribo este post para mí misma. Hoy se cumple justo un año desde que llegué a Barcelona y necesitaba hacer un balance personal de lo que ha pasado en este tiempo.
Hace 365 días aterrizaba con muy pocas ganas en una ciudad en la que no me apetecía estar. Lo hacía por un buen motivo profesional, pero en un momento en que lo que me pedía el cuerpo era estar en otra parte.
Por segundo año consecutivo, mi vida cambiaba un 6 de febrero. En 2012 ese día llegué a Dublín para pasar casi 9 meses allí que fueron estupendos. En 2013, el 6 de febrero volvía a reiniciar mi vida en un momento en el que estaba aprendiendo a disfrutar por primera vez de las pequeñas cosas.
Todo estaba bien en ese momento, salvo el trabajo. ¡Ups! Un factor importante. Así que cuando salió la oportunidad de incorporarme a un proyecto muy interesante en Barcelona, no pude negarme. Eso era lo que decía la parte racional de mi cabeza, el cerebro de la Ana profesional.
Venía con pocas ganas de estar lejos de aquellos a los que estaba logrando disfrutar tanto desde la vuelta de Dublín, así que eso lo complicaba todo. Tenía la sensación de que iba a costarme adaptarme a vivir en Barcelona (¡muchos me lo decían antes de llegar!) pero jamás me imaginé que los primeros meses me iban a resultar tan duros. ¡Jolín, que yo he sobrevivido a vivir en distintas ciudades y siempre sin problemas! ¿Por qué ahora iba a ser diferente? Pues sí, resultó serlo.
Cuesta hacerse a Barcelona. Es una ciudad complicada en la que lleva mucho tiempo sentirse bien. Demasiado. Sobre todo si no conoces a prácticamente nadie y tienes que montar tu vida desde cero. Hoy, que desde el verano he conseguido reconciliarme con la ciudad y he empezado a disfrutar de estar aquí, soy capaz de ver las cosas con perspectiva.
¿Qué cosas he aprendido?
Principalmente una cosa: necesito estar convencida de lo que hago tanto a nivel personal como profesional para ser feliz. No me valía estar cerca de los míos sin tener cubiertas mis inquietudes profesionales; aunque cuando me vine estuviera contenta, habría tardado poco en agobiarme. Tampoco me vale estar contenta profesionalmente si la parte emocional me falla.
He aprendido a encontrar el equilibro. De lunes a viernes dedico mucho tiempo al trabajo y a disfrutar de estar sola. Y valoro más mi tiempo libre. Los fines de semana son una gran bolsa de oxígeno. Bien allí aprovechando el tiempo con los que el resto de días están lejos, bien aquí sola, con planes pequeños o gratas visitas. Eso sí, he gastado mucho dinero en billetes de avión 😉
He soltado lastre. Estar fuera de tu hábitat siempre te hace centrarte. De manera natural te das cuenta de quién estaba y está ahí, quién no, a quién necesitas mantener al día de tu vida y con quién mantenías sólo relaciones ‘superficiales’. Ahora cuando cojo el teléfono tengo claro a quién me apetece llamar, se quién me escribirá sin motivo para ver cómo estoy y a quién no haré el esfuerzo de ver el próximo fin de semana que mi agenda esté atareada. Siempre falta tiempo para algunos importantes, pero ellos lo entienden y me perdonan.
Valoro más lo familiar y rutinario. Precisamente porque en general no lo tengo. En general, no necesito grandes planes de fin de semana. Me basta con pasar el tiempo con quien quiero y, a partir de ahí, cualquier cosa es bienvenida. Y, casualmente, me doy cuenta de que termino repartiendo mi tiempo casi siempre con la misma gente. De nuevo, siempre faltan algunos, pero lo vuelven a entender y me vuelven a perdonar.
Se qué es lo accesorio. Ni más ni menos que lo que no echo de menos o lo que soy capaz de obviar. Si estando aquí no digo «lo necesito», es que no era tan imprescindible.
He pasado mucho tiempo sola y he aprendido a ver que eso no tiene que ser obligatoriamente malo. Ya os digo que costó, pero he sacado algo bueno: me conozco mejor, disfruto de estar conmigo misma y eso me ayuda a crecer en lo personal. Soy más fuerte y segura que antes.
Espero aumentar esta lista. Pero sólo por todo lo que he aprendido, este año en Barcelona ya ha merecido la pena. ¡A seguir caminando!
Ya sabes que eres mi ídolo.
Nadie que te conozca y quiera bien dudó ni un momento de que tu etapa en Barcelona te ayudaría personalmente, además de profesionalmente -que estaba más claro-.
Sigue creciendo y exprimiendo lo positivo de la etapa que ahora vives, no será para siempre pero lo que dure habrá sido explotado al máximo.
Mañana toca disfrute aquí para equilibrar la balanza, ¡yupi! 😀
Eres incansable, invencible, luchadora, también testaruda y algo que me gusta un poco menos eres muy reservada y celosa de tus cosas y emociones aunque también has aprendido a expresar tus sentimientos y no sólo por escrito que se te da bastante bien.
Tod@s sabíamos que Barcelona no iba a poder con una valiente como tú aunque reconozco que al principio nos tenías un poco preocupados porque tu periodo de adaptación se alargó más de lo habitual en ti.
Eres muy GRANDE y vales tu peso en oro (ahora un poco menos jejeje)
En breve estaremos allí haciéndote una visita qué ganas!!!!!!!!
Mil besos te queremos!!!!!!
Soy fuerte porque me empujáis 😉 Ganas infinitas de teneros por aquí.