Estoy segura de que nunca se me va a olvidar el viaje que hice hace dos años a Egipto. Ha sido uno de los mejores regalos de mi vida. Acababa de terminar la carrera y mi madre me sorprendió viniendo conmigo a este magnífico país. Esperaba el viaje con ansia. Era uno de esos destinos que desde pequeña me fascinaba (quien conozca a mi madre no se extrañará de mi obsesión por viajar) pero un país que al mismo tiempo me daba un poco de miedo visitar. Creo que las dos teníamos los mismos pequeños miedos y sin pensarlo demasiado, nos atrevimos a ir. Acertamos.
Primero estuvimos 4 días bajando en barco por el Nilo. Empezamos en Karnak y fuimos pasando por Luxor, el Valle de los Reyes, Edfu, Komombo, Aswan, Philae hasta llegar al lago Nasser. Allí nos esperaba la majestuosidad de Abu Simbel (la montaña pura). Para mí, lo mejor. Ver amanecer dentro del templo de Ramsés II y contemplar cómo entran los primeros rayos de sol es sencillamente alucinante.
Después, 3 días en el Cairo. Con tiempo para todo, hasta para pasar miedo. Esta ciudad en sí es caótica. De lo mejor, el museo y por supuesto el conjunto monumental de las pirámides de Giza. Todavía me acuerdo del madrugón para entrar en la Gran Pirámide de Keops. Para conservarla, sólo permiten entrar a 50 personas al día. Antes de que amaneciera, la cola ya era considerable.
Cuando abrieron las puertas, me acuerdo de correr y correr durante unos 800 metros hasta la taquilla para estar entre los afortunados. Tuvimos que luchar contra una excursión de chinos, pero mi madre y yo (junto con 4 acompañantes de lo más peculiar que fueron nuestros amigos de viaje) fuimos de los primeros en entrar.
Sólo cuando estás dentro, comprendes esa frase… «El hombre teme al tiempo. El tiempo teme a las pirámides».
Me gustaron más los días de crucero que el Cairo. Pero fue alucinante la visita al Museo Egipcio. Me trajo nostálgicos recuerdos de cuando de pequeña decía que quería ser arqueóloga. Sólo 4 días antes habíamos visto las tumbas del Valle de los Reyes. La de Tutankamon no se puede visitar (tampoco se echa de menos porque son todas parecidas), pero todo lo que contenía lo teníamos en el museo.
Miraba con fascinación todo lo que había pertenecido al «Rey niño«: su trono, su tumba, su momia, su máscara, su bastón de mando, su diadema… La tumba la descubrió por casualidad el británico Carter en 1922 en una de sus múltiples expediciones. Dicen que cuando miró por primera vez al interior, no se podía creer que fuese real lo que veía. Sólo acertó a decir que había «cosas maravillosas» y que allí «el tiempo parecía perder su significado ante un espectáculo que recordaba tan vívidamente los solemnes ritos de una civilización desconocida».
La tumba de Tutankamon siempre ha estado salpicada de misterios. Y a mí en ese momento estar rodeada de todos ellos me alucinaba. Pensaba en si sería verdad que había muerto asesinado víctima de un gran golpe contra el poder faraónico o si simplemente como dicen otros murió al caerse de un caballo o cazando.
Cuando miraba la gran estructura dorada que recubría su tumba, pensaba en toda la riqueza del antiguo Egipto. Ahora Londres acoge una de las más grandes exposiciones sobre el faraón. «Tutankamon y la edad de oro de los faraones» es esperada por muchos con ansia. Dicen que ha regresado la fiebre faraónica, pero ¿alguna vez se fue?
Si tuviera pensado ir a esa ciudad este año, aprovecharía la ocasión. Pero con Berlín, la visita a Suiza de rigor a ver a mi hermano y alguna escapada para ver a mis amigos en Madrid, voy despachada hasta el verano. Me lo voy a perder, así que me quedo con aconsejarla para todo el que pueda ir. Aunque claro está, aconsejo visitar Egipto cuando el río esté menos revuelto. Tengo en mi lista muchos países, pero espero volver. Que nadie se extrañe, «Tut is back».
me ha encantado tu relato, que bonito. egipto es una de mis asignaturas, en este caso viajes pendiente y aunque ahora mismo no esta el horno para bollos espero hacerlo algun dia.
que te leo mucho y me encanta¡¡¡
gracias
Pues eso, podemos hablar en Sevilla de faraones, periodismo y blogs con café por medio.
Allí nos vemos.
Un beso
Alfonso, cuando esté todo más tranquilo, vete a Egipto. No te arrepentirás….
Besos y a seguir bien.