Postales desde Dublín: dos semanas

Castillo de Kilkenny Es curioso cómo algo enormemente simple puede hacer ilusión a tanta gente. El domingo pasado decidí comprar 10 postales y sentarme en una cafetería a escribir algo para algunas de las personas a las que quiero. El miércoles comenzaron a llegar a sus destinatarios y fui tremendamente feliz al pensar que había sido capaz de sacar una sonrisa con tan poco. Aprendida la lección, seguiré escribiendo en las próximas semanas a muchas más personas (si me facilitáis direcciones, será un poco más sencillo ¿no?).

Es curioso también cómo una puede acostumbrarse a una nueva rutina con asombrosa facilidad. Hace 3 semanas estaba en España, sumida en exámenes y pensando cada día qué y cómo hacer para encontrar un nuevo reto laboral lo antes posible. En dos semanas ya me he acostumbrado a mi recuperada vida de estudiante, de deberes, de redacciones por hacer, de cosas por estudiar, de fiestas, de cafés a media tarde con nuevos conocidos, de paseos para acercarme a una nueva ciudad, de conversaciones que a veces entiendes y a veces no, de excursiones…

La segunda semana en Dublín ha vuelto a ser estupenda. Con el idioma, quizás un poco más frustrante porque tengo la sensación de que pretendo aprender y mejorar a un ritmo mayor del que es posible. En ocasiones me desespera no ser capaz de encontrar la forma más correcta de decir las cosas y tener que andar explicando con otras palabras lo mismo para que me entiendan. En cualquier caso, no puedo pretender correr desde ya al 100% una carrera que tienen que durar 6 meses, pero la inquietud y el ansia me pueden. ¿Conclusión? Paciencia, ganas y espera. Los exámenes de cada semana y las anotaciones de los profesores me indican que voy a un ritmo excelente, así que estoy en el buen camino.

Esta semana he tomado una decisión que creo que será perfecta. Cada noche bajo con el iPad y el cuaderno a ver las noticias con mi «madre» irlandesa. Converso, refresco cosas que ya sabía y aprendo nuevo vocabulario que aclaro con el iPad y apunto para memorizar en el cuaderno. Ambos se están convirtiendo en mis mejores amigos aquí. Y sí, tengo candela y perro.

He vuelto a apuntarme a la clases de teatro, de cultura irlandesa y al cineclub. Creo que se convertirá en rutina. He ido de visita al National Museum, aunque lo único que me gustó fue quizás el edificio y el ala en el que hablan de la IIGM y la independencia de Irlanda. Lo demás son monedas, muebles, tapices, cerámicas… que nunca han conseguido interesarme. El miércoles aprendí en la Fábrica de Jameson cómo se fabrica el whisky más famoso del país y probé uno con fresas. Yo estuve allí.

Ayer, a pesar del resfriado que tengo encima, nos fuimos de excursión a Kilkenny, un pueblecito medieval que prometía ser alucinante y se quedó sencillamente en un lugar curioso y muy agradable para dar un paseo y ver su castillo. Eso sí, hubo experiencia irlandesa… estar disfrutando de un día precioso de sol y ver cómo empieza a nevar de repente. El tiempo irlandés.

A la vuelta, una barbacoa y una fiesta de carnaval brasileño prometían una gran noche. Comprobé que un coreano es capaz de beber más de 5 pintas de cerveza a la hora y salir a bailar samba como si hubiera nacido en Río de Janeiro. Después de eso, la tos y el resfriado me aconsejaron que me fuera a casa.

Packing to Dublin

Hace justo una semana, más o menos a esta hora, facturé una maleta en el aeropuerto de Málaga. Una horita después, me despedía de mi madre (del resto de gente me había despedido los días previos) y embarcaba rumbo a Dublín. Hoy cumplo una semana en esta ciudad que, aunque no tiene fabulosos rincones que ver ni grandes sitios que visitar, me parece preciosa por la vida y el movimiento que tiene.

Hacía 5 meses que había perdido mi trabajo en España y sentía que estaba perdiendo el tiempo. Una mañana decidí que tenía que poner fin a la rutina de seguir en Sevilla sin hacer nada y aprovechar para tomarme unos meses perfeccionando inglés. Al día siguiente estaba todo cerrado y la fecha decidida.

No son buenos tiempos en España para trabajar, pero es peor aún quedarte allí si no tienes trabajo y te pasas un día tras otro sin «nada» que hacer. Decidí que si las oportunidades no venían a mí, tendría que salir a buscarlas. Y aquí estoy.

Aterricé y vine a casa de la señora con la que estoy viviendo. La primera impresión fue catastrófica: mi rinconcito en Dublín no podía ser más espantoso. Pero sólo 5 minutos después supe que estaba en el sitio adecuado. Nuala, la señora que me acoge, es encantadora; se preocupa porque esté bien, cocina de escándalo (cosa que no debe ser nada frecuente aquí según me cuentan mis compañeros que llevan 7 días comiendo verdura hervida y puré de patatas) y me ayuda a entender expresiones y a enriquecer vocabulario. No debe ser común que te inviten a pasar tiempo con ellos y yo veo con ella todas las noches las noticias en su pequeño salón con chimenea.

Se que los próximos 6 meses no serán probablemente los mejores de mi vida. Echaré de menos a mucha gente -familia, amigos, grandes, pequeños- pero sé que es la mejor decisión que podía tomar. Eso sí, la he tomado gracias a quien he dejado allí, porque se ha preocupado de empujarme cada vez que dudaba.

Hasta ahora, el balance no puede ser mejor. Internet me mantiene perfectamente conectada con España y la escuela me tiene 100% atenta a mi objetivo: ser capaz de hablar perfectamente bien y ganar en vocabulario, que es lo que me hace falta. La ciudad ayuda y mucho. Hay que reconocer que llueve casi todos los días, pero no todo el tiempo ni con demasiada intensidad. Pero las calles llenas de gente y de música, los bares interminables, la música en directo, los sitios por descubrir y la gente a la que estoy conociendo de sitios tan dispares ayudan a que los días acaben siendo casi perfectos.

En una semana ha habido tiempo para todo. He descubierto el que será uno de mis rincones favoritos en el Trinity College, he probado la Guinness, he ganado una guerra de láser, he jugado a los bolos por primera vez, he estudiado y he visto la ciudad desde lo alto de la fábrica de Guinness.

Os iré contando más cosas de la ciudad, pero poco a poco, para no cansaros. Sabía que tenía que venir, vine y acerté.

Ilustración: «Prepare» por Laura Kay