Reflexionando sobre el modelo mental de «Addition by substraccion». Quitar funcionalidad o meterla en niveles de jerarquía distintos.

Escribo esto después de una conversación súper interesante esta mañana a raiz de un tuit en el que hablaba sobre el «addition by substraccion» o cómo a veces lo que genera valor en un producto es quitarle funcionalidad en lugar de ampliarla hasta el infinito.

Lo hacía a partir de haber leído este artículo y de unas semanas reflexionando sobre los problemas de consistencia y escalabilidad en los que te mete desarrollar un producto B2B diciendo «sí» a todas las funcionalidades que te proponen o piden los clientes.

Estoy de acuerdo en que en muchas ocasiones los productos se hacen mejores si los haces más sencillos y los centras en una funcionalidad. El «less, but better» de Dieter Rams.

Por ejemplo: si necesitas una herramienta de comunicación y colaboración síncrona entre equipos, creo que es suficiente con la funcionalidad que ofrecen combinaciones como Slack + Drive. Meterte en el nivel de sobre-funcionalidad de cosas como Yammer creo que hace que tengas un producto cuyo uso es tan complejo que lo abandonas.

Quitar funcionalidad para simplificar el uso

Muchos de los que hacemos producto tendemos a pensar siempre en cómo optimizar una funcionalidad existente o crear una nueva, pero dedicamos menos tiempo a mirar los datos y decidir si hay funcionalidades que tienen tan poco uso o aportan tan poco valor que es mejor eliminarlas (y así quitar complejidad al mantenimiento de nuestro servicio/plataforma/whatever).

Un ejemplo que mencionaba Simón aquí: aquel dashboard que existía en MacOs pero que nadie parecía usar y decidieron eliminar después de haberle dado bastante bombo y platillo.

Esta mañana he usado el ejemplo de esta calculadora. Seguro que muchos la teníamos en el instituto pero ¿cuántos botones usábamos?

Después de debatir bastante con Javi y Kike, es cierto que si piensas en esa calculadora como un producto de nicho para científicos, no te sobrará nada de funcionalidad y necesitarás todo lo que te da.

Sin embargo, yo estaba pensando en el gran número de personas que la hemos usado en el instituto y la facultad sin rozar jamás la mitad de las teclas porque no las necesitábamos. Yo creo que en ese caso tener tanta funcionalidad en primer nivel abruma, confunde y frustra al usuario más estándar.

Es decir, que la cuestión no es sólo si la funcionalidad está o no está, sino qué jerarquía le propones al usuario para utilizarla.

Dejar la funcionalidad (cuando tenga sentido) pero jerarquizar su uso

Javier Cañada ha puesto un ejemplo mejor de los que yo estaba usando. Hay veces que no es cuestión de quitar la funcionalidad sino de ordenarla mejor para que sea más fácilmente procesable por el usuario. Y ahí es cuando hemos hablado de estrategias de diseño para hacer convivir funciones simples y complejas.

O sea, volviendo al ejemplo de la calculadora… abruma bastante menos esto ¿no? Y además como decía Javier te permite ir más allá. No sólo quitas la frustración al usuario sino que, al no eliminar la funcionalidad sino jerarquizarla, te quedas con una calculadora compleja pero que te hace sentir más capaz.

Quitar la funcionalidad (cuando ya no tenga sentido)

Aún así, hay ocasiones en las que no es tema de jerarquías. Es cuestión de que hay botones que tienes en tu producto que nadie usa y no sirven para nada. Piensa en el mando de tu televisión ¿cuántos botones usas de los que tiene?

Yo, como decía Máximo, muy pocos. Así que estoy feliz con el mando de mi tele que vuelve a eso del «Less, but better».

El club de los preguntones

Esta ha sido mi primera semana como CPO en Bdeo después de tomar la decisión de que necesitaba cambiar de trabajo. Durante las semanas que dediqué a conocer proyectos para ver cuál quería que fuese mi próximo paso, una de las cosas que más me ayudó fue hablar con gente y hacerles preguntas. Muchas preguntas.

En esas semanas de quedar (virtualmente) con mucha gente para que me ayudasen a aclarar mi cabeza me di cuenta de que una de las cosas que más echo de menos con esto del covid-19 es ir a eventos. Pero no echo de menos todo, echo de menos sólo «algunas» cosas. No se si también a vosotros os pasa.

La cuestión es que he llegado a la conclusión de que lo que más echo de menos de esos eventos es la posibilidad de preguntar a gente de la que quiero saber más cosas. Y he acabado montándome en mi cabeza una idea de cuál sería mi evento ideal.

Creo que hay algunas cosas «rotas» en el mundo de los eventos. Y ya que estamos he pensado ¿sería muy loco intentar montar el evento al que a mi me gustaría ir? Mi amigo JL Antúnez siempre dice que una de mis características es que ayudo a que las cosas pasen, así que aquí está mi culo inquieto dándole vueltas a la idea.

Este es un post para contaros la idea. Necesito que me digáis si tiene sentido y lo hago o que me bajéis de la nube y me digáis que me deje de tonterías. Allá voy.

Cuando voy a eventos, hay 3 cosas que siento que de alguna manera fallan:

A cada ponente se le acaba identificando con un tema y acaba siendo común ver a la misma gente hablando de la misma cosa una y otra vez.

Me encanta escuchar a Javi Escribano hablando de OKRs o a José Pérez Aguera de cómo montar equipazos técnicos y escalar productos pero estoy convenida de que tienen cosas igual de interesantes que contar en otras áreas. Al final, asocias persona <> tema y se repite lo mismo una y otra vez.

Me pasa a mi misma. De las pocas veces que he hablado en saraos, la mayoría han sido sobre automatización de marketing B2B. Creo que acaba siendo un poco rollo para quien habla y para quien escucha.

Hay poco tiempo para lo más interesante: preguntar y debatir ideas

Muchas veces me quedo al final de las sesiones con una sensación de coitus interruptus. Cuando está llegando lo interesante, cortan porque «vamos con mucho retraso» y acabas un poco frustrado porque te han dejado con la miel en los labios. Quieres preguntar pero no puedas.

No hay una configuración de programa abierto

Me explico. Todos los organizadores se dejan los sesos en pensar a quién traer y de qué podría hablar. Y creo que por eso muchas veces acaban secos de ideas y dejan de convocar ediciones de eventos que molaban mucho al inicio. Se agotan, normal.

Hay demasiada gente

Esto es complicado. Todos queremos ir a escuchar a la gente que mola de verdad. Pero en un evento con 150 personas es imposible abrir debate y que el momento de preguntas y respuestas sea enriquecedor.

Pero ¿qué pasaría si hubiera un evento donde el público propone ponentes, dice de qué quiere que hable esa persona y la configuración de la agenda pone la mayoría del foco en la parte de preguntas?

A mi un evento así me encantaría. Mi madre siempre dice que soy muy preguntona pero creo que este mundillo está lleno de preguntones. ¿Y si montamos un evento para ese club de preguntones?


Me imagino «El club de los preguntones» más o menos así

Arrancar online

Si me animo a montar eso, el MVP sería desde luego online. Si me tengo que meter en logística se que no lo haré nunca y, además, con la situación actual es directamente inviable. Pero es que además… lo mismo funciona por lo sencillo que será conectarte desde donde te de la gana.

La temática la deciden los asistentes

En un google drive compartido la gente da ideas de a quién le gustaría escuchar y de qué temas. Así nadie se queda seco de ideas y además rompemos la tendencia de escuchar a alguien hablando siempre de lo mismo.

En vez de un tema, píldoras de varios

Digamos que se eligen 3 temas de entre todos los que haya propuesto la gente. Eso da la opción de quedarte con píldoras clave de cada ponente y profundizar más cada uno en casa sobre la que más le interese.

Más protagonismo a las preguntas y al debate

Digamos que cada evento dura 1 hora. El ponente tiene 5 minutos para hablar de cada uno de esos 3 temas. Los 45 minutos restantes lo que haremos será lanzarle preguntas y abrir debate sobre las que más interés parezcan despertar.

Petit comité y dos tipos de asistentes

Para que el debate y las preguntas sean los protagonistas hay que limitar el número de gente que puede interactuar en directo. Digamos que hubiera 10/15 personas con capacidad para hablar con el ponente y que el resto son meros oyentes.

Cuando te inscribes, decides qué tipo de asistente quieres ser. Porque oye… igual a un ponente te apetece hacerle mil consultas y a otro simplemente escucharle.

Por ahora sólo he comprado el dominio preguntones.club. Ahora os toca a vosotros. ¿Podría molar? ¿Me acabo de montar una paja mental épica? ¿Te apuntarías al club de los preguntones? ¿Lo hacemos y ya vemos?

Update 24 horas más tarde… He montado un MVP. Echa un vistazo a Preguntones.Club, dime qué te parece y ¡apúntate si te mola!