Nunca he entendido por qué de pequeños nos hacen cantar la cancioncita de «La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar….» como si el animalito fuera gracioso o cuando menos entrañable. ¿Para eso no están ya… no se…. las mariquitas?
La cucaracha me parece un insecto realmente asqueroso; un animal que junto a las ratas y las palomas asocio directamente con la porquería. De ahí que no entienda tanta risa con las patitas de este animalillo.
Hoy me levanté agresiva, lo reconozco. Anoche, ya con los párpados a medio camino para soñar, hice la última excursión al baño para lavarme los dientes. Disfrutando descalza del frescor del suelo, de repente veo algo que se mueve. Efectivamente, una súper-cucaracha.
Primero, me muero del asco. Segundo, pienso en despertar a mi hermano. Tercero, desecho la idea de interrumpir su sueño por temor a que me quiera matar por despertarle por un insecto. Cuarto, me armo de valor. Y quinto, decido gritar a la vez que la aplasto para no escuchar su cuerpo crujir…. Realmente asqueroso ¿o no?
Era grande. La tuve que pisar unas cuantas veces. Después me quedé sentada en el váter esperando a que dejase de mover las dichosas patitas. Y fue ahí cuando me acordé de la puñetera canción.
Moraleja: Si alguna vez me ven en verano, ni se les ocurra tararearme esa música.