Debo empezar confesando que llevo toda la tarde sentada delante de la caja tonta. Descansar la mediodía del viernes tirada en el sofá es uno de los lujos semanales que intento permitirme. Imagino que por deformación profesional casi nunca suelo zappear durante los anuncios porque me interesa curiosear las campañas de cada marca.
Pero esta tarde me he empezado a poner muy nerviosa. En septiembre, sentada delante del televisor, me entran ganas de soltar una de esas frases condenatorias: «Yo no soy tonto«. Y tranquilos ¡no voy a hablar de Media Markt!
Vale que septiembre es el mes de los retos, las buenas intenciones, los propósitos de mejora, la depresión postvacacional, la vuelta al cole… Pero ahora además se ha convertido en el mes de Planeta de Agostini y Altaya.
Llega septiembre y deben pensar que con la vuelta a la rutina la gente se aburre tanto como para coleccionar todo tipo de tonterías. ¿Consecuencia? Cantidad de anuncios acribillándote sobre lo curioso que es montarte tu propia casa de muñecas o lo interesante que sería poder tener en tu vitrina una colección de los carros de combate de las guerras más relevantes en miniatura.
Y yo me pregunto ¿de verdad a alguien le interesa eso? Puedo llegar a entender que a alguien le guste tener una colección de las mejores películas de Clint Eastwood, reportajes sobre Historia de España o incluso todas las temporadas de míticas series como el Equipo A.
Pero que, por favor, alguien me explique el encanto de tener 100 dedales de porcelana, 100 abanicos pintados a mano o 100 relojes antiguos de colección. Eso sí, estos tipos no ganan para ideas. Ya hay por ahí quien se debate esta temporada entre tres opciones: «rosarios de colección«, «placas de policía» o «mil ideas de ganchillo«).
De momento, he resistido la tentación. Pero prometo que si alguna vez me da por esto, me quedo con uno de los grandes: Cultivo mi propio huerto.