Películas que ver antes de viajar a África (I): La reina de África

Hace 4 años que me enamoré de África. Fue en mi segundo viaje a este continente cuando me topé con la belleza de Kenia y Tanzania. Allí vi una naturaleza que no sabía que existía, ojos insultantemente brillantes en los rostros de la gente y me sorprendí a mi misma llorando viendo amanecer en el Serengueti y atardecer en el Ngorongoro. Sí, no me da vergüenza reconocerlo: lloré viendo un atardecer, sin otro motivo que la belleza de lo que estaba viendo.

Desde entonces, sólo he podido pensar en volver y por fin en septiembre podré hacerlo. Pasaré 16 días en el Delta del Okavango, unos días en Bostwana y otros en Zimbaue. E incluso es posible que crucemos a Zambia para ver desde allí las cataratas Victoria. Iré contando más cosas del viaje, pero de momento toca empezar a prepararlo y eso para mí significa siempre dos cosas: ver películas y leer libros. Aquí la primera: La reina de África.

Al estallar la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Charlie Allnut (Humphrey Bogart), un rudo capitán de barco con tendencia a la bebida, y Rose Sayer (Katherine Hepburn), una estirada y puritana misionera, huyen de las tropas alemanas en una ruinosa embarcación, con la que deben remontar un peligroso río. Son, a primera vista, dos seres antagónicos, incompatibles, pero la convivencia y, sobre todo, las penalidades que tendrán que afrontar juntos para sobrevivir harán cambiar radicalmente su relación.

Un rodaje particular

Cuentan por ahí que el único empeño de John Huston a la hora de emprender este proyecto fue que, aprovechando la ocasión de visitar África, podría cazar en las pausas de rodaje algún que otro elefante. Huston era un consumado cazador y mantenía más de un punto en común con Ernest Hemingway.

Por ello, es más que posible que todos los rumores que rodean a  esta película y que tan certeramente reflejó Clint Eastwood en su sobresaliente Cazador blanco, corazón negro, se acerquen mucho a la realidad. El filme fue rodado en Uganda y las secuencias fluviales se filmaron en el río Lualaba. El rodaje tuvo lugar en condiciones terriblemente duras y tanto los actores como el equipo técnico pasaron mil penalidades. Todos los integrantes del equipo (Katherine Hepburn incluida, así como Lauren Bacall que fue a visitar a su marido) sufrieron horribles diarreas debido a las insalubres aguas que tuvieron que beber.

Cuentan las malas lenguas (y existen testimonios bastante fidedignos al respecto) que sólo dos personas se libraron de tan molesta agonía: John Huston y Humphrey Bogart. ¿La explicación? Sencilla: ninguno de los dos probó ni una sola gota de agua pues los únicos líquidos que ingerían venían embotellados y se caracterizaban por una elevadísima graduación.

Películas para conocer Irlanda (VIII): Jimmy’s Hall

Aunque hace ya más de 2 años que volví de la aventura irlandesa de vivir en Dublín, todavía me dura (y no creo que se vaya nunca) el amor por el país color verde esmeralda. Por eso cada vez que me cruzo con alguna película que cuente cualquier cosa de allí, me lanzo a verla de inmediato.

Acabo de terminar Jimmy’s Hall -basada en una historia real- y me ha servido para descubrir uno más de los capítulos tan feos de su historia pero que me hace recordar que los irlandeses quizás sean de los mejores y más solidarios que uno puede encontrar por Europa. Narra la deportación a Estados Unidos en 1933 de James Gralton, el líder en Leitrim del Grupo Revolucionario de los Trabajadores (Revolutionary Worker’s Group), el antecesor político del Partido Comunista de Irlanda.

Películas para conocer Irlanda Jimmys Hall

En 1921 El pecado de Jimmy Gralton fue construir un salón de baile en un cruce de caminos rurales en una Irlanda al borde de la guerra civil. El Pearse-Connolly Hall era un lugar donde los jóvenes podían venir a aprender, a discutir, a soñar… pero, sobre todo, para bailar y divertirse. Mientras la popularidad de la sala crecía, su reputación socialista y de espíritu libre atrajo la atención de la iglesia y los políticos, que obligaron a Jimmy a cerrar la sala y huir a Estados Unidos.

Una década más tarde, en el apogeo de la Gran Depresión, Jimmy vuelve a casa para cuidar de su madre e intentar vivir una vida tranquila. La sala se encuentra abandonada y vacía, y a pesar de las súplicas de los jóvenes locales, permanece cerrada. Sin embargo, mientras Jimmy se reintegra en la comunidad y descubre la creciente pobreza y opresión cultural, el líder y activista en su interior resurge. Pronto tomará la decisión de reabrir la sala y es ahí cuando tendrá que afrontar lo que suceda.