BICHOS CALLEJEROS (III)

De esta foto recuerdo el fuerte viento que puede llegar a hacer en Edimburgo, a pesar de ser agosto. Al caer la tarde decidimos subir a Calton a ver la puesta de sol. Nos costó un poco la subida, porque las rodillas se resienten después de más una semana por el norte de Escocia entre montañas que hay que investigar para llegar a escondites secretos. Pero la subida acabó mereciendo la pena. Casi por primera vez desde nuestra llegada el sol aguantaba en lo alto y las nubes cubrían el cielo sin mojarnos.

Nubes sobre edimburgo

Ámsterdam

Cuando se publique este post, estaré despertando en Ámsterdam con tres maravillosos días por delante para disfrutar de una ciudad que me enamoró hace un par de años cuando pasé como un rayo por allí por motivos de trabajo. Tengo unas ganas enormes de descubrir qué esconde esta pequeña venecia del norte.

Desde hace unos meses me propuse cuidar la que es la mayor pasión que tengo: viajar. Creo que no hay nada que me ilusione más y que me haga disfrutar con tanta intensidad. La emoción empieza en el mismo instante en que compro el billete de avión. A partir de ahí, buscar alojamiento, bichear guías de viaje, buscar consejos, ojear fotografías, ver documentales sobre la ciudad…. para al final llegar a lo mejor: pisar suelo en el destino y disponerte a disfrutar. Y a la vuelta, recordar instantes inmortalizados en fotografías y escribir impresiones y lugares vistos para quienes en un futuro me pidan consejo.

Desde que me propuse mimar esta pasión más aún de lo que lo hago hace más o menos un año, he hecho bien los deberes. Escocia en verano, Roma en otoño y Barcelona y Ámsterdam en invierno. Prometo contar a la vuelta.