Quienes me conocen, saben que una de mis grandes debilidades es el teatro. Últimamente, por eso de que ya trabajo, estoy consiguiendo ir con bastante frecuencia. Esta noche inauguro la temporada de teatro 07/08 en el Teatro Central de Sevilla. ¿Obra elegida? Baile flamenco, para empezar con buen pie. «Romancero Gitano» de Lorca por el Ballet Flamenco de Andalucía dirigido por Cristina Hoyos. «Casi na» que diría mi madre.
Hace sólo 4 años que empecé a ver baile flamenco en teatro. Lo que tardó en convencerme Rocío. Hasta entonces, mis grandes debilidades en teatro pasaban por Amparo Larrañaga, José Coronado, Pepe Sancho, Ana Belén y la grandísima Lola Herrera. Desde entonces, tengo dos nuevas debilidades: Cristina Hoyos y Eva Yerbabuena. A Sara Baras aún no he tenido ocasión de verla, pero intuyo que tendrá que añadirla después de hacerlo a la lista.
Esta noche recordaré a Lorca con un romance popular escrito entre 1924 y 1927. Al frente del equipo, Cristina Hoyos, la música de Pedro Sierra y la dirección escénica de José Carlos Plaza.
Representan 10 de los poemas, 10 historias que nos hacen llegar cantando y bailando. Nos descubren lo que hay detrás de cada una de ellas: amores, desamores, adulterio, celos, muerte, reyertas gitanas.
Dicen que Cristina se pasa toda la obra encima del escenario jaleando o con sus músicos pero sin bailar. Pero parece que ya al final se anima con una bata de cola, mantón de manila y palillos y el «Romance de la pena negra».
También colabora El Junco con el «Romance de la muerte de Antoñito el Camborio». Promete también Susana Casas (la ví con Cristina en «Viaje al Sur») con «Romance de la luna, luna» acompañada de Javier Crespo.
Como dice José Carlos Plaza, tendré ocasión de ver todos y cada uno de esos romances que sacuden, vibran y conmueven. En ellos hay silencio y ajetreo, calma y meneo. La esencia del baile. Ante nuestros ojos se van deshaciendo la infancia y la muerte, el adulterio, la lujuria, los deseos ocultos, las rencillas ancestrales, el racismo, la envidia, el mito, la luz de una raza, la pena negra y la espera del amor profundo que sólo un pueblo marginado, marcado por los tópicos y por sus propias leyes sabe sentir.