EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS

Me encanta que me regalen libros. Los Reyes, como son magos, lo saben y han acertado dejándome uno que tenía muchísimas ganas de leer, «El niño con el pijama de rayas», de John Boyne. Lo empecé ayer por la noche a las 2 de la madrugada. Había estado todo el día con mis amigos fuera de casa y al llegar para dormir, no pude resistirme a abrirlo. Lo dejé en la página 100. Esta tarde me he puesto y no he movido el culo del sofá hasta que la historia ha terminado.

 

Ha cumplido mis expectativas. No esperaba una gran narrativa ni una fabulosa manera de escribir. Esperaba ingenuidad, sencillez, transparencia… Una historia para recordarnos el horror del holocausto nazi pero contada por un niño con su lenguaje y su inocencia al ver las cosas.

 

 

Cuenta la historia de Bruno, un niño de 9 años que tiene una de esas grandes preguntas… ¿Por qué se viste todo el mundo siempre con ese horrible pijama de rayas?

 

Hay quien sugiere que tanta ingenuidad desvía al lector de la historia y resta trascendencia al tema que trata. A mí me ha sucedido al contrario. Me he sorprendido pensando cómo es posible que la inocencia llegue al límite de ocultar a un niño de 9 años la dureza de los crímenes nazis.

Te conozco de internet

De vez en cuando me gusta curiosear los enlaces de algunos de mis enlazados para ver si entre tanto enlace encuentro un enlazado que me lance un buen lazo y cace mi curiosidad.

 

Bien, como iba diciendo (y dejando a un lado la anterior gilipollez que sólo puede salir de mi loca cabeza un viernes por la mañana), me gusta curiosear los blogs que recomienda la gente a la que conozco. A menudo, encuentro bitácoras muy interesantes que después sigo lo más asiduamente que mi escaso tiempo me permite.

 

Así, he conocido a muchos. Esto tiene consecuencias. Por un lado, consigo enriquecerme gracias a lo que más gente escribe; por otro lado, tengo que repartir mi tiempo entre más páginas interesantes.

 

Fue de este modo como llegué hasta Albert Ferre. Lo conocí a través de Chiqui, al que a su vez había conocido a través de Rosa, a quien conocí en la facultad a través de Moeh (hoy mi mente está un poco liosa, perdonen). Desde entonces, no he dejado de leer las miniguías con las que nos enamora a los que tenemos espíritu viajero. La de Guatemala me trajo muy buenos recuerdos; muchas otras sólo han conseguido darme envidia sana y pensar en que me quedan muchos lugares a los que ir…

 

Me gusta su afirmación de que viajar es una gran fuente de conocimiento. Creo que tiene toda la razón. Yo no consigo hacerlo con toda la frecuencia con la que me gustaría, pero poco a poco voy conociendo cosas. Y creo que tampoco voy mal de momento. Lo único es que el dinero me limita los destinos. Pero espero empezar pronto con la larga lista de destinos pendientes. Si nada lo impide, pronto será Kenia o Tanzania (todavía está por decidir).