Me encanta que me regalen libros. Los Reyes, como son magos, lo saben y han acertado dejándome uno que tenía muchísimas ganas de leer, «El niño con el pijama de rayas», de John Boyne. Lo empecé ayer por la noche a las 2 de la madrugada. Había estado todo el día con mis amigos fuera de casa y al llegar para dormir, no pude resistirme a abrirlo. Lo dejé en la página 100. Esta tarde me he puesto y no he movido el culo del sofá hasta que la historia ha terminado.
Ha cumplido mis expectativas. No esperaba una gran narrativa ni una fabulosa manera de escribir. Esperaba ingenuidad, sencillez, transparencia… Una historia para recordarnos el horror del holocausto nazi pero contada por un niño con su lenguaje y su inocencia al ver las cosas.
Cuenta la historia de Bruno, un niño de 9 años que tiene una de esas grandes preguntas… ¿Por qué se viste todo el mundo siempre con ese horrible pijama de rayas?
Hay quien sugiere que tanta ingenuidad desvía al lector de la historia y resta trascendencia al tema que trata. A mí me ha sucedido al contrario. Me he sorprendido pensando cómo es posible que la inocencia llegue al límite de ocultar a un niño de 9 años la dureza de los crímenes nazis.