Ésta ha sido mi segunda semana santa desde que vivo en Sevilla. Por motivos que casi todos conocéis, hasta hace unos años era una fiesta por la que sentía cierta indiferencia y que ahora empiezo a saber apreciar en su justa medida (lejos de palizas interminables, carreras continuas y otras agonías por el estilo). Está claro que es una fiesta que Sevilla vive al máximo y, al final, es una sensación de alegría que contagia a cualquiera.
Poco a poco voy aprendiendo a tener criterio y he llegado (con ayuda) a la conclusión de que me gustan las hermandades más sobrias, serias, rancias o como quieran llamarlas. Sin duda, la que me deja siempre con la boca abierta es El Silencio. Para mí, la mejor por encima del resto.
Ya tengo mis preferidas y también algunas que no pretendo volver a ver. Del domingo de ramos me quedo con la Amargura. Impresionante. El lunes me perdí Las Penas, El Beso de Judas y San Gonzalo que me encantan y tampoco he podido conocer Santa Marta en la calle, cosa que sospecho también me va a gustar. El martes me puso la carne de gallina Los estudiantes. La lluvia del miércoles me fastidió Los Panaderos.
Este año decidimos dormir unas horitas en la madrugá y levantarnos temprano. Eso implicaba perderme El Silencio, pero tocaba un poco de sacrificio… Los Gitanos en la cuesta del bacalao estuvieron sencillamente impresionantes.
Er Manué nos dejó sin palabras subiendo la cuesta como si andase, con la giralda al fondo y con una banda que se lució tocando. Como colofón, una de las vírgenes más guapas de Sevilla. Las fotos que hice con la Giralda de fondo lo dicen todo.
Para rematar, nos fuimos a Triana a ver la Esperanza. Tampoco vimos la Macarena, pero después de esperarla durante 3 horas el año pasado, merecíamos un descanso. De todos modos, lo eché de menos porque por la tele lucía guapísima.
Vimos a la Esperanza en el puente y nos fuimos a esperarla a la Plaza de Santa Ana tomando unas cervecitas en El Bistec. La espera fue demasiado; la hermandad estuvo más que informal. Desde que pasó el misterio (al que apenas hice caso) pasaron 2 horas hasta que llegó la virgen. Pero mereció la pena.
Resumiendo, estoy mutando a medio-cofrade. Jeje.