Los que me conocen bien saben que soy una persona bastante cabezota. Para lo bueno y para lo malo. A veces, la cabezonería me trae bastantes disgustos. En otras ocasiones, me sirve para aprender cosas por un método que me encanta aunque me ponga nerviosa: «equivócate, equivócate, equivócate… hasta que te salga bien».
Ahora se me ha metido entre ceja y ceja aprender a manejar photoshop. Después de pedir a todo el que conozco un manual básico para iniciarme sin obtener respuesta (si alguien me ayuda, se lo agradeceré eternamente), he decidido ponerme las pilas por mi cuenta a partir de tutoriales que encuentro por la web (unos horribles y otros buenísimos).
Y vosotros diréis ¿y por qué le ha dado a ésta ahora por aprender photoshop? Pues eso me pregunto yo….. pero se me ha antojado y es lo que hay. A aprender otra cosa toca. Por algo mi madre me llama «culo inquieto» y me conoce bien. El lunes terminé un curso que llevaba un par de meses haciendo y ante la perspectiva de quedarme en semi-ocio, ya he inventado algo nuevo que me ocupe.
Mientras escribo, la voz de mi madre diciéndome con una sonrisa un «¿pero tú no sabes estarte quietecita?» me taladra la cabeza, pero….. así soy yo. Qué le vamos a hacer.
De momento, los resultados son bastante penosos…. pero me divierto y al menos me voy familiarizando con las herramientas. Cuando tenga el programa controlado, juro que nunca volveré a salir en una fotografía mía con ojeras, mal color de cara, acné (qué fino queda) o similar. A falta de Corporación Dermoestética, bueno es photoshop.