Hace varios meses que estuve en Berlín, una ciudad que me enamoró. Me pareció un lugar muy interesante en el que aprender y recapacitar sobre la historia mundial reciente. Berlín te hace pensar a cada paso, recordar la historia, reflexionar sobre por qué pasan ciertas cosas…
Hubo algo que me pareció intuir y que llamó mi atención. Creo que todavía los alemanes no saben muy bien qué hacer con la figura de Hitler. Siguen asfixiados por ese lamentable capitulo de su historia. Es complicado. Dejarlo en el completo olvido sería absurdo, pero tienen miedo a que cualquier intento de recordarlo se interprete como atrevimiento. Además, se encuentran con el problema de que necesitan evitar a toda costa cualquier lugar o imagen que se pueda convertir en alguna especie de santuario para los neonazis.
En el centro de Berlín, justo al lado del monumento judío, hay una explanada de tierra que sirve de aparcamiento para coches. El genial guía que teníamos nos llevó allí y no entendíamos por qué. De repente, lo descubrimos. Estábamos sobre el búnker en el que había muerto Hitler.
Nunca había pensado en qué habría sido de ese lugar, pero desde luego no me imaginaba que estuviese totalmente olvidado. Ingenuamente pensé que se podría visitar. Lo intentaron destruir, pero sólo lo consiguieron en parte. Así que decidieron dejarlo enterrado para evitar que fuese lugar de recuerdo del dictador. Sólo una pequeña placa indica al turista en qué lugar se encuentra.
Ahora este problema se repite en el Museo Tussaaud de Berlín. Exponer al dictador supone divulgar un símbolo nazi. Ha habido mucha polémica sobre si exponer o no una figura en cera de Hitler en su búnker. Han intentado cerrar el asunto haciendo una figura del dictador en su momento de decadencia, encerrado y cercado por las bombas aliadas. Además, no se le puede fotografiar ni tocar para evitar el culto de los ultraderechistas. Sin embargo, el primer día de visita un visitante le ha arrancado la cabeza.
¿Qué crees que se debería hacer?