Cada año por estas fechas hay algo que me recuerda que se acerca la navidad. Mi madre llama por teléfono para recordarnos que hay que escribirle la carta a los Reyes Magos. Tengo 26 años y creo que, desde que lo hice por primera vez, no me he escapado ni una sola navidad sin dirigirme a Sus Majestades. Pueden llamarme infantil si quieren, pero lo disfruto.
Me encanta la navidad. No se por qué, pero me parece una época profundamente entrañable y … me pone tierna, ¡qué quieren que les diga!. Es algo que viene de familia y me encanta.
A pesar de que ya todos somos grandecitos, nos encanta vivir la mañana del 6 de enero. El día anterior nos acostamos temprano y a las 7.30 de la mañana como un clavo mi hermano nos despierta nervioso y a gritos para ir a ver los regalos. Después de ver los de casa, llega la hora de la pelea rutinaria con mi madre: ella que desayunemos algo; nosotros que estamos nerviosos y que queremos seguir viendo regalos.
Suena el teléfono. En casa de mi abuela o alguno de mis tíos ya nos están esperando impacientes. Me lo paso pipa abriendo regalos en familia en todas las casas y espero que esto nunca se pierda.
Este año ya he escrito la carta. La he intentado hacer diferente y creo que ha quedado bien. Empecé con peticiones entrañables, pasé por mis típicos toques de humor y acabé, como era de esperar, siendo un poco materialista.
Quizás caiga una cazadora de cuero, ropa, gafas de sol, algún billetito de avión, un bancohotel…. Aunque con lo buena que he sido, se podían dejar caer con la Canon Eos 45D ¡quién sabe! Por algo son magos ¿no?