Cuando ví por primera vez la nueva campaña del Ministerio de Cultura contra la piratería sentí un ataque repentino de culpabilidad y tuve que llamar a mi abuela para confesarme. Ella siempre me pregunta qué es eso tan raro de internet y dice que por ahí no debe haber nada bueno.
Leí eso de «Si eres legal, eres legal» y me identifiqué de inmediato. ¡Dios mío! Soy una delincuente, una ladrona y una pirata de la red. Y, para colmo, enormemente reincidente. Descolgué el auricular y confesé con un «Abuela, he robado».
A pesar de la confesión, seguía sin sentirme bien y todavía retumbaba en mi cabeza el mensaje del anuncio de «te digan lo que te digan, las redes P2P no son legales«. Vuelve el martilleo a mi cabeza … «Uso emule y uso torrent … soy una delincuente … ¡que alguien me detenga!»
Cuando estoy con el dedo a punto de apagar el servidor de casa con el que descargamos, algo me para. Una voz me espeta un «Pero un momento Ana, ¿te olvidas de todo lo que has leído de David Bravo?». Empiezo a pensar….
A ver, un momento…. Si no tengo ánimo de lucro comercial ni busco enriquecimiento, no soy delincuente. Y además el derecho a copia privada me ampara ¿no?. Vuelvo a descolgar el teléfono: «abuela ¡que no soy una ladrona!«
Menos mal. Ya le estaba escribiendo a Pisito en Madrid porque digo «si yo soy una delincuente, éste que nos da el acceso directo para la descarga de todas las series ¡va a la silla eléctrica por lo menos!» Ahora me acuerdo de sentencias como la de Spanishare y muchas otras a las que no han podido condenar.
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