Nada más levantarme me he propuesto a mí misma un ejercicio de periodismo. He encendido el ordenador, he abierto las webs de todos los diarios españoles. Hablaban de desalojo, policía, porrazos. Después, he buscado las portadas de esos mismos diarios en papel. Hablan (los que no lo ignoran o lo criminalizan) de un movimiento retomado, casi resucitado, con ciertas esperanzas mezcladas con parte de desilusión, incredulidad y un hilo reluciente de optimismo y de aliento recuperado.
Ayer la gente salió a la calle y llenó sitios como Sol. Para gritar un ¡eh, seguimos aquí! y recordarle al mundo que lo que tenemos no es lo que merecemos ni lo que queremos. No pasó sólo en España. El #12mglobal se extendió a muchas otras ciudades.
El objetivo era retomar las plazas, volver a analizar, hablar, pensar, verse las caras, comprobar que no eres el único que piensa diferente. Ver si se podía reactivar la memoria de un sueño porque lo que ha quedado claro es que el futuro no está en casa ni en el regazo de mamá y papá. Los ciudadanos están abochornados y lo que muchos tenían en mente era un ¡Ojalá! el 15M. Sí. Ha pasado un año.
Antes de que llegara la fecha se hablaba de qué iba a pasar ese día. Unos con nostalgia por lo que se consiguió pero con la esperanza perdida de recuperarlo, otros con miedo, muchos con ilusión. Sólo había clara una cosa: iba a pasar algo. El qué estaba aún por definir. El reto era cumplir las expectativas. ¿Se ha hecho?
Para mí sí. La gente ha salido a la calle y ha protestado. Ha demostrado fuerza. Ha dicho ¡yo con esto no estoy contento! ¿Hay que esperar más? Puede. Hay muchos análisis. Para mí el movimiento en sí es sólo eso. Un movimiento de protestas horizontal que no pretende más. Tampoco puede pretenderlo porque no funcionaría. Es «sólo» un movimiento ciudadano. Busca gritar y decir al mundo lo que la gente piensa; demostrar que no cualquier cosa vale, que no estamos dormidos, que no nos conformamos con cualquier cosa. Que ¡ya está bien!
A pesar de todo, es bien cierto que ayer era un día importante. El movimiento se enfrenta estos días a su madurez o su declive. Hay mucha gente implicada que se mira como pensando ¿seguiremos adelante?
El caso es que ayer todo cambió a las 5 de la mañana. El movimiento había llenado plazas y calles de España. La prensa enseñaba filas de gente con pancartas, caras de ilusión, de cabreo, de indignación. Pero a las 5 la policía entró en Sol y desalojó a los que andaban por allí. Se deja de hablar de euforia, de ganas, de fuerza. Se habla de palos, porras, gritos, tirones, detenidos, carreras.
¿Qué va a pasar ahora? Habrá que verlo. Habrá que esperar a ver qué pasa hoy. Esta tarde hay nuevas convocatorias a las 17:00 horas.