Llego a través del blog de Sonia Blanco a una reflexión sobre el cine de Isabel Coixet. Es genial justo desde el titular. «Si estás muerto ¿por qué bailas?«. Y se lo dice al cine, a la industria cinematográfica, a ese mundo que se resiste a ver los cambios que ya no son futuro sino presente.
Pone el acento en algo de lo que muchos nos olvidamos con demasiada frecuencia. Personalmente, intento ir al cine al menos una vez al mes. Se que no es mucho, pero algo es algo. Eso sí, lo hago por romanticismo más que por otra cosa. Me gusta eso de entrar en la sala oliendo a palomitas (a las que nunca consigo resistirme) un domingo por la tarde, sentarme en la butaca y disfrutar sin pensar en nada más.
Pero no lo hago muy a menudo como decía. ¿Por qué? Sencillamente porque tengo opciones mejores. Puedo ver la película que quiero, con la calidad que quiero y en el momento que quiero. Sin necesidad de gastarme los 7 euros de rigor. Con amigos, con familia… sentada cómodamente en el sofá. Si tengo eso al alcance de mi mano ¿qué me hace aún en pocas ocasiones arrastrarme hasta una sala? Ya lo dije… puro romanticismo. Y, en ocasiones, el no esperar a ver una película actual en calidad alta desde casa.
Aunque la industria siga sin querer ver ahí el negocio, muchos lo ven. Y cada vez más cineastas. Digo yo que será cuestión de tiempo que el resto de la gente abra los ojos. Los espectadores hemos cambiado, así que no les queda otra que adaptarse a lo que ahora pedimos.
(…) La comunión con la pantalla que excluía al mundo exterior y permitía al espectador una experiencia personal, intransferible y fuera del tiempo está agonizando. Mal que nos pese, esa densa oscuridad del fuera de campo de una sala de cine está dando sus últimos coletazos (…)
(…) El espectador de hoy, mientras ve una película en su ordenador, come, fuma, twitea, contesta correos, cuelga comentarios en los muros de los amigos. Así son las cosas. La relación entre lo visible y lo invisible se ha modificado. La noche artificial en la que te sumerge una película vista en una sala no tiene ya el carácter sacro que tenía para muchas generaciones de espectadores (…)
(…) Es nuestro deber saber (o intentarlo al menos) dónde estamos y avanzar, aunque sea a ciegas y con multitud de traspiés, hacia algo que no conocemos aún, pero que nos va a llevar muy lejos de la zona de confort donde estamos instalados. Arriesgar, experimentar, explorar lo desconocido, poner lo mejor de nosotros en lo que hacemos sin tener el ojo puesto en la taquilla, el prestigio o nuestra propia vanidad es el único camino posible que se me ocurre (…)
(…) El cine, gracias a las nuevas tecnologías, afortunadamente ya no es el tren eléctrico más caro del mundo, como decía Orson Welles. Otra cosa es que los que quieren hacer cine quizás lo que en realidad quieren es un instante de esplendor en la alfombra roja. Algo pasajero, burbujeante, efímero, banal. Y si me preguntan, muy muy aburrido. Son cosas diferentes y, a menudo, contradictorias (…)
(…) Los problemas del cine español -como los problemas del cine en todo el mundo- tienen que ver con una disminución gradual de los espectadores en circuitos convencionales. En 2010, las salas perdieron un millón de espectadores al mes. Los datos difieren según los diferentes estudios, pero todos coinciden en que la bajada de 2010 ha sido la más pronunciada. Repito: no solo en España. También en los países donde hay un control de las descargas del que aquí carecemos y donde es posible por un precio más que razonable bajarse una película y sus extras, con todas las garantías.
¿Estos espectadores que han dejado de ir al cine son los que se bajan las películas en la Red o se las compran a los chinos que venden por los bares (que cada vez se ven menos)? Yo creo que no. La gente deja de ir al cine por múltiples razones: porque pierden el hábito, porque no hay nada en la cartelera que les motive, porque prefieren gastarse 100 euros en una entrada de fútbol, porque se enganchan a las series de HBO, porque tienen niños y sale por un pico el cine y las horas de canguro o porque, simplemente, pasan: no es algo importante en sus vidas, lo arrinconan hasta el olvido (…)
Romanticismo ni romanticismo. Si te cogiéramos unos cuantos de la SGAE y yo te íbamos a dar pal pelo (perdón, pa las plumas) so pollo.
Yo sigo siendo una romántica pero reconozco que hay veces que, a pesar de tener muchas ganas de sentarme ante la gran pantalla, no encuentro nada en la cartelera merecedora del desembolso que supone. 7 € que al final se convierten en 10, como poco, no es una cifra para no pensar si entrar en una sala u optar por otra cosa igual de placentera pero más económica o, simplemente, mejor.
El cine español es una tomadura de pelo, en la gran pantalla y en las tft a 16:9 de los portátiles. Hay cine de calidad en España y eso lo saben todos los cinéfilos, pero no vende, y hasta donde yo sé, no hay industria que pueda soportar más gastos que ingresos durante tanto tiempo.
Las eternas subvenciones a directores de sobra conocidos generan un portazo a las aspiraciones de nuevas generaciones que saben de antemano que la austeridad debe ir de la mano de la calidad.
Y digo una vez más que el señor de la Iglesia llega muy tarde al circo. La dimisión y todas las parafernalias deberían haber sido medidas de presión antes de la aprobación de la Ley Sinde, no como gesto de desaprobación. Lo que sucedía entoces para no tomar decisiones drásticas era que su película estaba recién sacada y la publi gratis era un dulce demasiado apetitoso como para despreciarlo.
A pesar de esto que digo, es cierto que Internet lo ha cambiado todo, y el que no se sube al carro se queda en tierra.
Ercanito, estamos de acuerdo en casi todo. Las subvenciones en el cine español me parecen de auténtico cachondeo.
Es más, y siendo radical, no entiendo por qué se tiene que subvencionar, como tantas otras cosas en España. Es una industria que debería haber aprendido a ser rentable por sí sola, y no será porque tiempo no ha tenido…
Hasta donde yo se, el que monta un negocio o aprender a hacerlo funcionar o termina por cerrarlo. Pero el caso del cine español es siempre diferente ¡faltaría más!
Sobre Álex de la Iglesia, de acuerdo en que ha llegado un poco tarde a la fiesta. Pero creo que es el único de este mundo que ha sabido -aunque tarde- plantarse, decir grandes verdades que muchos pretenden seguir enterrando y que se muestra dispuesto a escuchar, a conversar y a cambiar las cosas para que la industria funcione.
Personalmente, creo que hay que darle un voto de confianza para ver si sigue por el buen camino que ha abierto…
Creo que hubiese hecho mucho más favor a su profesión si todo esto lo hace antes de la llegada de la votación al Senado (!). Cuando digo que llega tarde es que para mí se le ha pasado el tren. Es decir, ¿Cómo sé yo si no estaba decido a dejar el cargo antes por otros motivos pero el tema le ha caído como venido del cielo para salir con oreja y rabo?
Yo ya no me creo nada, como tampoco me creo que sea necesario vestir trajes caros sobre una alfombra roja para vender nuestro cine, ni para festejarlo. Somos más tontos que mandados a hacer, y la poca personalidad que queda la estamos perdiendo en el sofá viendo tanto fútbol y prensa rosa.