Una de las primeras paradas por el norte de Escocia fue la ciudad de Inverness. Pequeña para ciudad, grande para pueblo. La llaman la capital de las Highlands. Pasar por allí es sólo un breve anticipo para la vista de lo que queda por pasar ante tus ojos una vez te adentras en el verdadero corazón de las tierras escocesas del norte.
El tráfico era horrible y pronto entendimos por qué. El lago Inverness atraviesa toda la ciudad y consecuentemente hay multitud de puentes que son la única forma posible de comunicar un lado con el otro. Pasemos por una zona algo alejada del bullicio del centro y nos encontramos con sucesivos puentes peatonales. Me llamó poderosamente la atención éste por el que ¿alguna vez sólo pudieron caminar mujeres?