Hace ya varios meses desde que hice esta foto. Terminaba el verano y comenzaban esos días de otoño que tanto me gustan y en los que me entra una especie de histeria inexplicable por hacer cosas diferentes.
Aquella mañana decidí acercarme a fotografiar un lugar que hacía un tiempo había descubierto y en el que tenía ganas de poner a prueba mis dotes como fotógrafa en humilde formación. Ya os he hablado anteriormente de el Puente de la Alcolea.
Pero, como digo, era la época en la que el verano pega los últimos coletazos y el tiempo puede sorprenderte. Cuando salimos de casa el día se presentaba nublado. Por desgracia, unas horas más tarde hacía un calor digno del más intenso de los agostos sureños.
Como consecuencia, las fotos salieron bastante mal. Todo lo que recuerdo es estar en medio de este río seco, con un anaranjado y quebradizo suelo bajo mis pies y un sol de justicia pegándome sobre la cabeza.
Hoy, que salí de casa relativamente abrigada por el fresco que nos ha dejado el fin de semana, ha vuelto a sorprenderme el calor que parece haberse instalado ya en Sevilla. Casi cociéndome al sol a mediodía, no he podido sino acordarme de aquella mañana en el puente.
Sol de justicia el que nos va a caer por los pinares y el coto camino del Rocío. ¡No queda nada! 😀
Sol de justicia el que nos va a caer por los pinares y el coto camino del Rocío. ¡No queda nada! 😀