A menudo, el estrés, la falta de tiempo y los agobios hacen que nos olvidemos de cosas básicas y nos anquilosamos en una rutina que difícilmente tratamos de romper. Cuando nos hemos acomodado en ella, la abrazamos como si fuese un cojín bien mullidito del sofá.
Era un domingo cualquiera, de un fin de semana cualquiera, algo monótono por haberlo pasado en encerrada en casa estudiando. Ella llevaba días aburrida, como desganada y hacía las cosas casi por inercia más que por ganas. Pero esa tarde de domingo hubo algo que la sacó de aquel aburrimiento y fue lo más sencillo del mundo: una sonrisa arrancada por una fugaz visita de sus sobrinos.
Es que una sonrisa de los peques…. es todo. Y cuando digo todo es todo, no hay rendijas…
Un abrazo
Antonio
Si es que con ese par de micos no hay quien se resista.
La verdad es que tengo cinco sobrinos que son maravillosos, ¡qué le voy a hacer!
Los enanos sin duda so la alegría de las casa.Donde hay un niño las penas son más llevaderas y en el peor momento son los únicos que te arrancan una sonrisa.
Bonita foto.
Eso y que en esa casa el sonreir viene de serie al nacer…con dios bendito!!