Lo se. Esto llega con retraso, con demasiado retraso. Pero aún así, no quería dejar sin completar la publicación de la ruta que hemos hecho este verano.
Dejamos Cantabria temprano y ponemos rumbo a Asturias por la autovía en dirección a Oviedo. En el tramo en el que la autovía se convierte en carretera más vale armarse de una paciencia infinita. El denso y lento tráfico sólo se soporta gracias al camino que discurre en un entorno privilegiado. A la derecha, la playa con imperfectos acantilados y el cantábrico medianamente revuelto; a la izquierda, se levantan los imponentes Picos de Europa que presiden el paisaje.
Poco antes de llegar a Ribadesella nos desviamos hacia Arriondas y entramos en el Parque Nacional Picos de Europa. Después de poco menos de media hora, llegamos a nuestro hotel justo a la entrada de Covadonga.
Como de momento tenemos sol, decidimos subir a los Lagos de Covadonga, teniendo en cuenta que una servidora viene con la experiencia previa 3 años atrás de una tremenda mojada en este mismo sitio.
Nada más llegamos arriba, entendemos lo que nos ha dicho el conductor de que aquí «huele a la más pura Asturias». Y Asturias huele a tierra y vaca. No es de extrañar, porque estamos rodeados de estos simpáticos animales y sus correspondientes moñigas.
Dando el primer paseo, comenzamos a subir y atravesamos la antigua mina en dirección al lago Enol. Mientras camino, pienso en lo extraño que me resulta este paisaje si tengo en cuenta que esto en lo más alto de los Picos de Europa. Apuesto a que si no pusieran aquí de repente sin ver la subida, pensaríamos tranquilamente que estamos en medio de cualquier valle.
Decidimos alejarnos de las hileras de turistas. Buscamos un rincón junto al lago en el que sentarnos a cmer. Sólo tenemos que disfrutar del aroma y el paisaje, un tremendo espectáculo que nos tenía reservado la naturaleza.
Después de haberlo visto y disfrutado todo, comenzamos a bajar y perseguimos a alguna pobre vaca con la que hacernos una foto. Estoy cansada y pienso en los atrevidos ciclistas que consiguen llegar pedaleando hasta aquí.
A la vuelta, toca hacer la visita de rigor al santuario de Covadonga. Antes de subir a la pequeña y poco entrañable capilla excavada en la roca, hay que cumplir con la turistada. Beber en la fuente de los 7 chorros y lanzar una moneda de espaldas al manantial, petición de deseo previo mediante.
Para rematar el día, vamos a dar un paseo por Cangas de Onís. Superado el reto de aparcar aquí en agosto, vamos a ver el puente romano, una preciosa construcción de la Edad Media y de cuyo arco central cuelga una reproducción de la cruz de la Victoria, símbolo fácilmente reconocible de Asturias.
Después de caminar un poco por sus callejuelas y toparnos con algún bonito edificio, decidimos volver. Tras chocar con las masas de turistas, lo mejor es abortar el plan de tomar una sidra y optamos por una cena tranquila en el hotel. El último día de vacaciones se antoja duro con el esperado descenso del Sella en canoa. Después de todo, Sevilla nos espera y tenemos que llegar vivas.
Me encanta retomes estas crónicas. El sitio lo merece.
Un abrazo
Antonio
Hola!. Sin conocerte he llegado casualmente a este blog y me ha causado muy buena impresión. Tu narración de este viaje me ha hecho añorar el que tuve yo la suerte de realizar el año pasado por tierras asturianas. Me encantó el paisaje, los pueblos, la comida… bueno, todo. La verdad es que yo creo que estaba enamorado de esta región antes de conocerla.
Saludos desde la Costa de la Luz.
Gracias por el reportaje, espero que me sera muy útil para ir este verano
Saludos desde Barcelona