Salimos en dirección a CABEZÓN DE LA SAL desde Torrelavega por la N-634, lugar que pasamos de largo hasta llegar a UCIEDA. En este punto, la carretera se convierte en un estrecho camino asfaltado con curvas que sortean las casonas típicas montañesas y bordean los muros de piedra que separan las fincas de ganado de la carretera.
Nos adentramos en el PARQUE NATURAL SAJA-BESAYA, también conocido como Bosque de Ucieda. Entramos en un tupido bosque verde y asombrosamente húmedo, por donde correo el Río Saja que nos acompaña en un agradable paseo a pie más que recomendable para empezar el día. La frondosidad apenas deja pasar la luz, aunque algún débil rayo se cuela por entre las ramas reflejándose en las brillantes hojas y dando aún más magia al lugar.
Gracias a la humedad, los helechos se amontonan a ambos lados del riachuelo, las enredaderas diminutas y grandes trepan los troncos de los árboles y el musgo cubre sin excepciones piedras y raíces tiñendo de verde todo el panorama. Esto, unido al olor a tierra mojada que tanto me gusta, el sonido del agua correr y el ruido de los pájaros junto con algún que otro cencerro que suena a lo lejos, nos dan la tranquilidad para disfrutar de la mañana.
Después continuamos camino a RUENTE, donde paramos para ver la famosa Fontona, un manantial natural que surge del interior de una pequeña cueva formando un riachuelo. A parte de que es un rincón acogedor, no hay mucho más con lo que entretenerse.
Nos ponemos en marcha hacia BÁRCENA MAYOR y atravesamos el VALLE DE CABUÉRNIGA por una carretera que se presta como de costumbre a la embobada contemplación.
En las distintas aldeas se dispersan valiosas construcciones representativas de la región. Las casonas populares se mezclan con los palacetes nobles formando conjuntos homogéneos donde la piedra de sillería y la madera de roble se convierten desde el principio en una constante.
Nada más aparcar en BÁRCENA MAYOR y ver la diminuta aldea que es a lo lejos, presiento que el lugar va a enamorarme. Me atrevería a decir que éste sea el pueblo cántabro de interior más auténtico y mejor conservado con el que voy a encontrarme.
A orillas del Río Argoza, nos ofrece un conjunto arquitectónico tradicional denso y concentrado en sus escasas pero maravillosas calles. Una aldea donde la piedra lo domina todo dejando en calles y casas el sabor de lo típico, lo rural y lo remoto; un lugar donde todo es tradicionalmente homogéneo, donde nada desentona y todo se cuida.
Absolutamente todo es de robusta piedra y oscura madera, ambas cosas salpicadas de los colores de las macetas que adornan la balconada de cada casa. Un conjunto histórico típico de su lejano pero permanente origen rural y montañoso. Es una delicia pasear por sus calles hasta llegar al puente que cruza el río y darse un capricho culinario con una buena carne.
De vuelta, atravesamos el resto del valle y llegamos a CARMONA. Sus calles esconden más casas adornadas con blasones familiares muy bien conservados. Además de ser casas algo más grandes que las vistas, ser una aldea más extensa y gozar de un enclave más bonito, no hay nada más que ver en detalle, a pesar de la tan pretendida fama.
Terminamos así la ruta interior y nos dirigimos a la costa, la que quizás sea la parte más conocida de Cantabria de todas las que vamos a visitar.
Comenzamos con una primera parada en SAN VICENTE DE LA BARQUERA, un pueblo marinero bañado por el agua de su ría y donde ¡no, no me encuentro con David Bustamante!
Comenzamos viendo el puente, la zona del puerto y un santuario bello por fuera pero de dudoso gusto por dentro. Además, conserva un curioso conjunto medieval de construcciones en la conocida como puebla alta, la zona antigua donde destacan un castillo del s.XIV y la iglesia gótica de Santa María de los Ángeles. No obstante, lo mejor aquí son las hermosas vistas de la ría desde lo más alto.
En la carretera desde aquí a COMILLAS paramos en un mirador para ver la costa y el paisaje del PARQUE NATURAL DE OYAMBRE, una de las zonas litorales más bellas de Cantabria donde conviven diversos ecosistemas de la costa en una exclusiva superficie de 5.000 hectáreas.
Llegamos a COMILLAS, antigua villa señorial y aristocrática de veraneo que vive su esplendor en el siglo XIX gracias al Marqués de Comillas. Un pueblo cuya entrada impresiona al contemplar la explanada que deja ver en lo alto el exquisito PALACIO DE SOBRELLANO y a su lado el CAPRICHO DE GAUDÍ, construcción que, de no ser por el nombre del arquitecto, pasaría bastante desapercibida.
Desde aquí vemos en la colina frente a nosotros la UNIVERSIDAD PONTIFICIA, a la que decidimos no subir por estar en fase de reconstrucción, parcialmente tapada y rodeada de grúas.
Aquí las casonas rurales dejan paso a palacetes y casa nobles que convierten la localidad en un lugar más señorial. Terminamos en la empedrada plaza del ayuntamiento y nos marchamos.
Nos ponemos camino de SANTILLANA DEL MAR, una villa medieval de empedradas calles y casas y uno de los centros culturales de la comunidad. La villa se articula en torno a varios centros: la Plaza de las Arenas con la Colegiata de Santa Juliana, una villa sobria y elegante del románico cántabro; la Plaza de Ramón Pelayo y la Plaza Mayor.
Es una localida preciosa que se hace complicado describir por su deliciosa sencillez. Sólo ver las casas, las calles y su perfecta conservación es impresionante. Además, se puede disfrutar de nobles edificios como el PALACIO DE LOS VELARDE, la CASA DE LOS HOMBRONES o LA CASA DE LOS ABADES. Hay que pasear, pasear y pasear y perderse por los rincones.
Sin tiempo de nada más y con el día totalmente exprimido, nos saltamos la visita a Altamira, algo que tampoco me apena teniendo en cuenta que la cueva original no puede visitarse.
En Santillana sólo pondría un punto negativo: hay que armarse de paciencia y respirar hondo para sobrellevar las masas de gente y sortear la enorme cantidad de turistas que abarrotan las calles.
De vuelta a casa, aún decidimos pasar por SUANCES. Paramos en UBIARCO para ver el acantilado y la ERMITA DE SANTA JUSTA refugiada entre las rocas. Terminamos el día viendo anochecer en el acantilado de la playa de los locos en Suances.
A ver quién se atreve a ponerle pegas a esta pedazo de guía cántabra 😉
Fotacas, enhorabuena.
Son medianitas, pero poco a poco vamos aprendiendo, jejeje.